
En el corazón del Real Alcázar de Sevilla se esconde uno de los lugares más mágicos y fotografiados del palacio: los Baños de Doña María de Padilla. Este espacio subterráneo, silencioso y cubierto por una sucesión de bóvedas góticas, guarda entre sus aguas la mezcla perfecta de historia, arquitectura y leyenda.
Su reflejo dorado, visible al final de un largo pasillo, se ha convertido en una de las imágenes más icónicas del Alcázar y uno de los rincones que más sorprenden a los visitantes. No solo por su belleza, sino también por la historia que encierra, vinculada a una de las figuras más fascinantes del siglo XIV: Doña María de Padilla, la amante y después esposa del rey Pedro I de Castilla.
Hoy, este antiguo aljibe no solo forma parte del recorrido habitual por el Alcázar, sino que también representa una de las paradas más esperadas para quienes buscan descubrir los secretos menos conocidos de Sevilla.
¿Qué son los Baños de Doña María de Padilla?
Los Baños de Doña María de Padilla son una serie de depósitos subterráneos de agua situados bajo el Patio del Crucero, una de las zonas más antiguas del Alcázar de Sevilla. A pesar de su nombre, no se trata de unos baños reales en el sentido actual, sino de cisternas que servían para recoger el agua de lluvia y abastecer a los jardines y estancias del palacio.
Su construcción data del siglo XIV, en tiempos del rey Pedro I, cuando se levantó la parte gótica del Alcázar tras la conquista cristiana. La estructura está formada por grandes bóvedas de cañón que crean un ambiente fresco y húmedo, ideal para conservar el agua, pero también sorprendentemente estético gracias al reflejo que se forma sobre la superficie.
Con el paso de los siglos, este espacio funcional fue adquiriendo un aire casi místico. La penumbra, el silencio y el reflejo dorado del agua transformaron los antiguos depósitos en un escenario de belleza hipnótica, tan perfecto que parece diseñado para el recogimiento más que para el uso práctico.
A día de hoy, los Baños de Doña María de Padilla se visitan como parte del recorrido general por el Alcázar. Son un ejemplo único de arquitectura gótica sevillana, adaptada a un palacio de raíces islámicas. Su conservación impecable y su atmósfera inalterada permiten a los visitantes viajar en el tiempo y comprender cómo el Alcázar ha sabido mezclar funcionalidad, arte y simbolismo a lo largo de los siglos.
La historia detrás de Doña María de Padilla
Para entender el nombre de estos baños hay que remontarse al siglo XIV, cuando el rey Pedro I de Castilla, conocido como Pedro el Cruel, gobernaba desde el Alcázar de Sevilla. En aquel tiempo conoció a Doña María de Padilla, una joven noble de gran inteligencia y belleza que acabaría marcando su vida y su reinado.
Aunque al principio fue su amante, Pedro I terminó reconociéndola como su esposa legítima y madre de sus hijos, pese a la oposición de buena parte de la corte. María se convirtió así en una figura respetada y querida por el pueblo sevillano, símbolo de discreción y lealtad en una época marcada por intrigas y conflictos políticos.
Durante sus estancias en el Alcázar, Doña María de Padilla residió en las dependencias más íntimas del palacio. Se dice que buscaba refugio en los baños subterráneos para escapar del calor sofocante del verano sevillano o para encontrar tranquilidad lejos de la vida cortesana.
Tras su muerte, ocurrida en 1361, su figura fue rodeándose de respeto y devoción. Pedro I ordenó enterrarla en el monasterio de Santa Clara de Astudillo y, más tarde, sus restos fueron trasladados a la Catedral de Sevilla, donde aún descansan. Su nombre, sin embargo, quedó ligado para siempre a este espacio del Alcázar, convertido en un homenaje silencioso a su memoria.

La leyenda de los Baños de Doña María de Padilla
Con el paso del tiempo, la historia dio paso a la leyenda, y los antiguos aljibes del Alcázar se envolvieron en un halo de misterio.
Según una de las versiones más populares, Doña María de Padilla solía bañarse en estas aguas, y el rey Pedro, profundamente enamorado, mandó que nadie más pudiera utilizarlas. Así, el lugar quedó reservado exclusivamente para ella.
Otra versión, más trágica, cuenta que tras sufrir una gran humillación en la corte, María se retiró al Alcázar y vertió sus lágrimas en las aguas del aljibe, dando origen al nombre con el que hoy se conocen los baños. De ahí la idea de que las aguas guardan algo de su esencia y pureza.
Sea cual sea el origen real, la leyenda ha convertido este rincón en uno de los más emocionales y simbólicos del Real Alcázar. La penumbra, la humedad y el reflejo dorado del agua parecen mantener viva la presencia de aquella mujer que, siglos después, sigue despertando admiración y curiosidad.
Qué ver y cómo visitar los Baños de Doña María de Padilla
Los Baños de Doña María de Padilla se encuentran en la zona baja del Patio del Crucero, dentro del Alcázar de Sevilla. Al llegar, el visitante se adentra por un pasillo de piedra ligeramente descendente hasta descubrir una estancia subterránea de bóvedas góticas que impresiona por su simetría y su luz.
Lo primero que llama la atención es el reflejo perfecto del techo en el agua, que crea una sensación de calma y profundidad difícil de encontrar en otros espacios del palacio. La combinación de piedra, penumbra y humedad da lugar a un ambiente fresco que contrasta con el calor exterior, haciendo que muchos lo describan como “el rincón más mágico del Alcázar”.

Es un espacio pequeño, pero merece detenerse unos minutos para observar los reflejos del agua y los detalles de la piedra.
La visita a los Baños de Doña María de Padilla está incluida en el recorrido estándar del Alcázar, por lo que no es necesario un ticket adicional. Para disfrutar del lugar con mayor tranquilidad, se recomienda visitarlos a primera hora de la mañana o a última de la tarde, cuando hay menos afluencia de visitantes.
Consejos para la visita
Para aprovechar al máximo la visita a los Baños de Doña María de Padilla, conviene tener en cuenta algunos consejos prácticos:
- Elige bien la hora: si quieres disfrutar del lugar sin multitudes, lo ideal es entrar al Alcázar en el primer turno del día. A media mañana o a última hora suele haber menos visitantes en los baños.
- Fotografía con paciencia: la imagen más buscada es la del reflejo perfecto de las bóvedas sobre el agua. Para conseguirla, coloca la cámara a la altura del suelo o usa el modo panorámico. Evita el flash para mantener el ambiente natural del lugar.
- Refúgiate del calor: los baños son uno de los espacios más frescos del Alcázar, por lo que resulta una buena parada para descansar unos minutos durante la visita.
- Inclúyelo en una visita guiada: aunque el acceso es libre, un guía experto puede contarte los detalles arquitectónicos y las leyendas que rodean este espacio, lo que hace que la experiencia sea mucho más completa.
- No se puede acceder al agua: está prohibido tocar o introducir objetos en los aljibes para preservar su conservación.
Si visitas el Alcázar por tu cuenta, dedica unos minutos a sentarte frente al estanque central. Es el mejor lugar para apreciar cómo la historia y el silencio se mezclan en un mismo reflejo.
Visita los Baños de Doña María
Visitar los Baños de Doña María de Padilla es mucho más que recorrer una estancia subterránea del Alcázar: es entrar en una historia de amor, poder y leyenda que ha sobrevivido al paso de los siglos.
En pocos lugares de Sevilla se mezclan tan bien la belleza arquitectónica, la serenidad del agua y el peso simbólico de una figura histórica tan enigmática.
Este rincón recuerda que el Alcázar no solo se admira por su grandeza, sino también por esos espacios íntimos donde el tiempo parece detenerse. Cuando el reflejo dorado del agua ilumina las bóvedas, es fácil entender por qué tantos viajeros se quedan en silencio ante él: porque los Baños de Doña María de Padilla son, quizá, el reflejo más bello de la historia de Sevilla.
